La fotografía, al igual que Narciso, se ha visto atrapada en su propia imagen, sin percatarse que al quedar atrapada en su reflejo llega a la muerte siendo a su vez esa la esencia que le da vida: un reflejo muerto de una realidad viva. Esta contradicción es la ausencia pura, siendo que es vida y es muerte a la vez, que estuvo en ese presente que ya no es más, pero queda la constancia del reflejo y la fascinación del mismo.
Esta serie es una metáfora de la fotografía como reflejo de esta realidad posmoderna que vivimos. La obsesión con la imagen propia y las proyecciones con las que nos identificamos convertidos en ídolos es la misma obsesión que tiene Narciso al verse reflejado en las aguas cristalinas del lago. Esta búsqueda de espejismos, legitimación de la superficialidad y la imposibilidad del amor en estos tiempos es la reencarnación de Narciso convertida en sociedad de consumo y de culto a la imagen superficial. Vivimos en una época donde está obsesión con lo que se va a reflejar de nosotros mismos por encima de lo que en realidad somos ha devenido en un cansancio colectivo, en una depresión generalizada y una falta de sentido y genuinidad enorme. Los narcisos cada vez son más fijados en esa belleza muerta, inerte y muchas veces exaltada y distorsionada ya sea por un filtro, el photoshop o toda la producción que involucre, se han olvidado de la belleza en la realidad, la han cambiado por una imagen desechable, que al igual que Narciso morirá.