Artista de São Benedito, Ceará, Brasil, interesada en investigar la autoficción, la memoria, la narrativa, la imagen y la palabra. Doctoranda en artes visuales en la UFBA y magíster en comunicación por la UFC, actualmente investiga sobre imagen e imaginación, fabulación crítica, visible e invisible de la imagen fotográfica. Es miembro de Descoletivo, un colectivo de fotografía, y de FrestaLab, un sello independiente de fotolibros y fotozines. Ha publicado cuatro fotolibros, tres de ellos en colaboración con Régis Amora, desde Descoletivo, y ha realizado dos exposiciones individuales y participado en exposiciones colectivas y muestras en Brasil, Francia, Portugal y España. En 2022 participó en la residencia Mira Latina Lab.; residencia con Eustáquio Neves en el estudio AEN; del Programa de Residencia e Intercambio de Porto Dragão y del Estudio de Creación de MIS-CE.
Mira Latina
Elas chegam pelo mar
Es necesario seguir construyendo ficciones. Romper los horizontes de este mundo para vivir en otros, hacer del cuerpo el primer espacio de la memoria, de la alegría, del goce, de la evasión, del triunfo, de la materia, del relato, del archivo, de la colección, del museo. Más que eso, es necesario romper todas esas palabras y escapar de ahí a lo innombrable, a lo que no puede ser contenido en una palabra, a lo que no puede ser visto o enfrentado, lo que se escapa de vuelta, desde el interior al interior de uno mismo. La » sapatão «, tan temida, expulsada de las historias, de las familias, de las iglesias, de los recuerdos, es monstruosa y aberrante. Es una forma casi no humana, casi humana, una extrañeza que se engendra a sí misma, un bicho, una no-mujer y una no-hombre. Las sapatonas son virulentas, se propagan, se infiltran, y quizás por eso son tan peligrosas. No temen a la noche, ni a las otras monstruosidades, posibles e imposibles. Son criaturas amorfas, impronunciables y sedientas. Atacan. Actúan durante el sueño, se infiltran en los cuerpos, en las familias, en las ciudades. Muchas, a luz del día, parecen tan normales. Sin embargo, en el interior de la piel, vibrando en la superficie de la carne agitada, la furia implacable, friccionante e incendiaria se inquieta. Lo terrible que existe en la mujer-macho sapatão me protege y me recuerda mi fuerza. En ello me aferro, nos aferramos, con el gran grito de la boca de la noche nos reunimos y de ahí nos nutrimos.
Ellas llegan por el mar.
No hay modo de contenerlas. No hay manera de prepararse, ni de reaccionar. A menudo ni siquiera se nota. Llegan por el mar. Nacen y se mezclan, se inventan a sí mismas y a los rituales de rehacerse, de multiplicarse, de resiliencia y de transgresión. «Así escribo: resiliencia = reconstrucción táctica a partir de los fragmentos destrozados por la violencia colonial; transgresión = invención de nuevos seres más allá del encarcelamiento racial, de la desviación y de las injusticias cognitivas». (RUFINO, p. 11, 2019). Así que me invento la creación y llegada de las Lesbianas Futuristas del Atlántico, estas que financian la Inauguración del Museo del Amor Sapatão, que quizás ni siquiera sean humanas – pero que son alternativa a la escasez, posibilidad, explosión imprevisible en el agua salada de la noche sin luna.
Luego invito a cuatro de las artistas residentes y con ellas compongo un juego, un ritual, una propuesta. El encuentro con lo que es peligroso y sin nombre en cada una de nosotras, el grito y la explosión del cuerpo como creación de si y el contacto con lo innombrable del mundo. Con la cámara de un teléfono móvil y una cámara analógica, se lanzan flashes aleatorios hacia el mar, donde yo y otras tres artistas nos movemos, gritamos, nos zambullimos y reaparecemos frente a nosotras mismas. Las luces de los flashes, disparadas automáticamente por los dos equipos, fueron al mismo tiempo el único momento de videncia y, tras media hora de disparos aleatorios y descoordinados, responsables de la ceguera de todas nosotras. Al mismo tiempo, eran la condición para que las cámaras registraran efectivamente las imágenes. Opero, entonces, en estos registros, exagerando en el contraste, en el color, en el grano y añadiendo otra capa de incomprensión a las fotografías, que se unen en este trabajo, tan sin nombre como todas nosotras.